domingo, 26 de julio de 2009

El retorno del rey

Cuando el 2 de enero de 1997 Miguel Induráin anunciaba su retirada del ciclismo en activo, tras la frustrante y baldía intentona del sexto Tour, inmediatamente medios de comunicación y aficionados se pusieron a buscar al sucesor del Águila de Villaba. Las primeras miradas se dirigieron a Abraham Olano. Qué fue un buen ciclista, como asi lo atestiguan sus campeonatos del mundo contra el reloj y en fondo, su medalla olímpica, sus podios en el Giro o su Vuelta a España, pero que tuvo que cargar con el sambenito de ser "lo más parecido" que había a mano.
No fue Olano, como tampoco fueron Fernando Escartín ni Joseba Beloki; voluntarioso el primero y cumplidor el segundo, que cuando se decidió, por fin, a atacar y tentar la suerte se dio con su carrera contra los suelos una triste tarde de 2003. No lo fueron tampoco Roberto Heras ni el añorado José María Jiménez: grandes ciclistas e imperiales escaladores en casa, pero que fuera de nuestras fronteras no eran capaces de ganar una etapa.
Ángel Casero y Óscar Sevilla fueron inferiores a las expectativas que se generaron en torno a ellos. Luego llegó el fantasma del dopaje y lo que veníamos sospechando se confirmaba: que era imposible subir el Alpe D'Huez, el Angliru o el Mortirolo con un plato de espaguetis y una coca cola como único alimento. Asi que el ciclismo quedó desvencijado, afeado, apestado ante los ojos de millones de espectadores que nos habíamos enamorado de este deporte.
Y de pronto, cuando menos lo esperaba nadie y en un periodo de "entrereinos", aparece Contador. Que sube con la explosividad de Delgado, Parra o Pantani, que ofrece la seguridad y sangre fría del propio Indurain. Y coincide, además, con el mejor momento de la historia del ciclismo. Ganamos generales, si, pero también tenemos hombres que ganan cualquier tipo de etapas y llegamos al Tour no con una, sino con dos o tres opciones de victoria. Y encima coincide con un ciclista distinto, único en la historia de España, y cuya trayectoria se valorará cuando pasen los años: Óscar Freire.
Alberto Contador, pues, ha llegado para ocupar el trono vacante desde enero de 1997, para volver a dejarnos sin siesta. Y ello, por supuesto, sin desmerecer a grandes campeones como Pereiro, Sastre o el que se anuncia, Luis León. Y es que este deporte, a pesar de tantas trampas, a pesar de tantas injusticias cometidas sobre el, sigue teniendo algo que nos llama a sentarnos y aplaudir gestas imposibles sobre una bicicleta. Y encima, con un equipo en el que se prefirió a una vieja gloria antes que al mejor del presente.
Antes de terminar: se pregunta Greg Lemond -al que Hinault regaló su primer Tour y Fignon el segundo- como puede recuperar el de Pinto tan rápido. Y yo me pregunto como puede alguien, con dos perdigonazos en la espalda, ganar dos tours...

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