martes, 30 de junio de 2009

Un lamento de febrero

Como ya dije en mi anterior entrada, soy coplero de los "jartibles". De hecho ahora mismo, mientras todo el mundo está acordándose de la madre que parió al levante yo estoy con el ventilador y reencontrándome con viejas coplas, que son las que me han hecho sentir que uno no cumple años sino carnavales.
Viejas y modernas. La más desgarradora de los últimos tiempos me devuelve a una realidad y me suscita una reflexión. La realidad: que sigue habiendo una familia normal, una cualquiera, a la que un puñado de malnacidos arrebataron lo mejor de su casa. La reflexión: que bastará para que cualquier hijo de puta (sin perdón) de estos ponga un pie en la calle para que empiecen a lloverle ofertas televisivas.
Don Antonio Martín García -grande, maestro- no pudo estar más acertado este año. Y es cierto que, a mi como periodista, me avergüenza a veces mi propia profesión. Hay gente que cuestiona y que busca los trapos sucios de Jesús Neira, porque al parecer el hombre es de derechas. ¿Y?.
Sin embargo, son esos mismos los que luego predican buen rollito y comprensión hacia asesinos y ladrones. Son esos mismos a los que les faltó ponerle la alfombra roja a Violeta Santander, Julián Muñoz o Luis Roldán y que sueltan moralinas desde los contenedores catódicos en los que se han convertido las noches televisivas en España. Eso si: si aparece un tipo como Neira, que no volvió la cara ante un injusticia, a buscarle mierda aunque no la tenga.
¿Qué pais estamos haciendo?. ¿Por qué los niños no quieren ser ya astronautas o futbolistas, sino concursantes de Gran Hermano?. Cuando Miguel Carcaño, el Cuco y toda su maldita fundación salgan a la calle, batirán records de audiencias y saldrá algun psicólogo progre hablando de reinserción y derechos cívicos. Pero nadie se acordará de un clamor popular, y es que este tipo de gentuza se quede en la cárcel de por vida. A partir de ahora, son libres de hablarme de las bondades del sistema penitenciario, llamarme fascista y contarme historias sobre la crueldad de encerrar a unos chavales de por vida. Carcaño y su maldita compañía podrán irse de copas, si lo desean, con Farruquito: otro asesino que ahora está deprimido y triste porque la gente no olvida que atropelló a un hombre y lo dejó tendido, como si fuera un perro, en mitad de la carretera. Pero habrá algunos que siempre que les veamos las caras nos acordemos del final de un lamento de febrero: ten en cuenta que todos somos padres de Marta. Cadena perpétua, YA.

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